martes, 25 de mayo de 2010

Un libro de oro

Uno de mis primeros post trataba sobre el tema de la divulgación científica, especialmente en la especialidad que me concierne y sobre la dificultad para llegar al lector (Dejo el link al final del post). Aquella vez ni siquiera hablé de muchos libros que reunieran los exigentes requisitos que yo pedía (apenas dos me parece recordar). Y además fueron de temas relacionados con la física. Sabiendo la dificultad que ello conllevó, ni siquiera me planteé que pudiera existir un libro de divulgación de las matemáticas. Pensaba que quizá uno de historia… Pero la historia de las matemáticas no es precisamente una rama muy famosa como para que un académico se vaya a poner a escribir divulgación sobre ella. Y al contrario de lo que pensará el lector, ciertas maneras de entender las matemáticas como lo hacían antiguamente es algo bastante oscuro y complicado. Pues bien, quizá por azar o quizá por esa cabecita que tiene tan distinta de la mía (en todos los aspectos), mi hermano me sorprendió dando con el libro de divulgación perfecto sobre matemáticas.
Es asombroso como desde que abres el libro y te lees las primeras páginas ya te ves metido en él de inmediato. Una persona como yo, que además ha cursado precisamente “Historia de las matemáticas”, lo normal es que cuando abra un libro de estas características lo haga con escepticismo (es decir, desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo. Palabra digna de otro post). Y que cuando lea dos o tres hojas y se dé un rápido garbeo por algunos capítulos posteriores, deje el libro cogiendo polvo y se dedique a otros quehaceres más provechosos. He de reconocer que esa era mi total intención. Pero ahí se quedó, en una intención.
El libro es una maravilla. Manteniendo una mente rigurosamente científica, dedica más de las 100 primeras páginas del libro a desmentir. A hablar de la cantidad de tonterías que numerosos numerólogos afirman sobre la existencia de los famosos números irracionales en varias construcciones artísticas del pasado y demás sinsentidos. Ni para en ningún momento realmente. Mofándose de ello, incluso argumenta que cogiendo ciertas medidas del televisor de su casa se pudo encontrar relaciones cercanas al número áureo: ¡Y está claro que la compañía que construyó su televisor no se dedicó a eso!.
La primera vez que parece reconocer abiertamente que el número áureo aparece en el arte es a finales del siglo XIX me parece recordar. Pero aprovecha esto para realizar un recorrido por la historia de las matemáticas y sus pintorescos personajes que las dieron luz, llenándolo de anécdotas y curiosidades que hacen del libro una joya al entretenimiento para aquellos que sin querer profundizar puedan estar interesados en ello.
De todas maneras (no me cansaré de repetirlo), este no es un libro para gente de “Código da Vinci”, esto no se lee como se bebe el agua un día de verano. Esto es como una sopa servida muy caliente: Es mejor ir lento, porque si no te quemas. Y además hay que estar interesado en ello, hay que sentir curiosidad, hay que ser un poco científico y analítico. Esto no es un paquete de pipas. Conste en acta que este es el único libro al que he dedicado un post.
El Título del libro es “La proporción áurea” y el autor es Mario Livio

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El hombre que fue atravesado por un rayo de protones

El artículo va más allá del puro sensacionalismo, es curioso de verdad.

Divulgación

Me veo obligado a hablar un poco sobre divulgación en este primer post. Y no será tarea fácil. De manera que símplemente he dividido los diferentes tipos de libros de divulgación que me he leido en tanto a la reacción que me causaron. Distinguí tres tipos.

1. Divulgación para científicos.
Es esa que intenta no poner fórmulas en un texto que habla sobre algo complicadísimo. Esto casi siempre sólo termina provocando la lectura automatizada en el lector que no tiene conocimiento científico y matemático. Lo normal es que termine dejando el libro o gastando unas horas maravillosas de su tiempo, porque en realidad no ha comprendido nada aunque crea que sí (a mi me pasó hace años, es normal). Los que tenemos más formación terminamos dejándole y pensando: "Buaff, ya me lo leeré con fórmulas, que peñazo."
Un buen ejemplo de este tipo de libro es el famosísimo "Historia del tiempo", de Stephen Hawking, que años más tarde escribió "El universo en una cáscara de nuez", mejorando lo presente y añadiéndole unos bellísimos dibujos. Aún así moderadamente infumable.
Uno realmente bueno en este estilo (el único que conozco si soy sincero) es "El cántico de la cuántica", donde un fenomenal periodista expresa de manera clara los conceptos de la mecánica cuántica. No es una divulgación con la que esté muy de acuerdo y rara vez he encontrado un libro bueno en su aspecto didáctico.

2. Divulgación escrita para todo el mundo.
Como lo anterior, pero legible. Si bueno es reconocer que la mayoría de las veces se dan en ciencias sin una fuerte base matemática, como la paleontología (¿quién no ha pasado un buen rato leyendo sobre dinosaurios?), historia, zoologia, medicina (¿Quién no entendía "La vida es así"?) o sicología. Suelen ser unas grandes obras, de la que todo el mundo saca cosas en claro y nos sacan de la ignorancia.

3. Divulgación Básica.
Es la que creo que haría falta en la física y las matemáticas. Una explicación sencilla, pero matemática de suma y resta, multiplicación y división, para cosas NO COMPLEJAS. A veces no sólo lo complicado y complejo es lo único apasionante de leer. Aún así esta divulgación es densa, no es como leerte "El código Da Vinci", "Los tres Mosqueteros", un libro de historia (de un buen periodista) o uno de dinosaurios... Esos se beben, esto es otro mundo y eso se debe transmitir, AUNQUE EL LIBRO TENGA SÓLO 25 PÁGINAS. De esta divulgación solo conozco un libro, su nombre es "Sobre la teoría de la relatividad especial y general", de Alianza editorial y no merece la pena nombrar al autor. Dice que con que tengas el Bachillerato (el antiguo, preguntar a vuestros padres) bastaba. Era cierto. Yo me lo leí con 16-17 añitos y sólo tuve que coger papel y lapiz y completar algunas cuentecillas (no tenía ni 2º de nuestro Bachillerato). Pero me costó hacerme a la idea de que no te lo podías leer como un libro normal.